20º aniversario la boda de Felipe y Letizia: la lluvia, el 'no beso', una pelea dinástica y otras anécdotas del enlace real (2024)

Ya han pasado dos décadas desde aquella mañana lluviosa en la que el entonces príncipe Felipe de Borbón y Grecia, que hoy tiene 56 años, juró amor eterno a la hasta entonces periodista Letizia Ortiz Rocasolano, hoy, de 51 años. El 22 de mayo de 2004 pronunciación sus propios votos en los que se prometieron fidelidad y prosperidad en la catedral de la Almudena de Madrid ante más de 1.200 invitados, entre los cuales se encontraban los representantes de las principales casas reales, sin contar los más de 25 millones de telespectadores que siguieron el histórico enlace de los Príncipes de Asturias en TVE (con un promedio de 94 minutos pegados a la pantalla, según los datos facilitados por la propia cadena pública).

Por primera vez en la historia de la monarquía española, el heredero al trono elegía a una mujer plebeya como esposa ("él está enamorado como un becerro", contó un amigo del novio). Felipe acertó cuando le echó el primer pulso a su padre, el rey Juan Carlos, que puso muchos peros al casamiento, pero él se empeñó en casarse con la presentadora del Telediario, nieta de un taxista y, para más inri, divorciada.

Veinte años después de sólida relación, aunque con algún rumor de crisis conyugal de por medio, como las tremendas revelaciones de Jaime del Burgo, el excuñado 'resucitado' de Letizia que hace unos meses desveló un supuesto 'affaire', el matrimonio Felipe-Letizia ha formado una bonita familia junto a sus dos hijas: la heredera al trono, la princesa Leonor (18 años) y la infanta Sofía (17). La pareja es un tándem muy bien engrasado, que lo borda en sus apariciones públicas, aunque, en su vida privada lleven "caminos autónomos", según cuentan.

Para todos aquellos 'millennials' que por entonces hacían la comunión, o aquellos 'centennials' que esa primavera daban sus primeros pasos, rememoramos una ceremonia histórica plagada de anécdotas como las siguientes:

Dice el refrán que "novia mojada, novia afortunada". Según el libro no escrito de las supersticiones sobre bodas, la lluvia molesta porque desluce, pero trae suerte. En algunas culturas hasta es sinónimo de fertilidad. Sea como fuere, hacía más de 20 años que no llovía un 22 de mayo en Madrid. Solo en una hora, entre las 11 y las 12, cayeron 5,5 litros por metro cuadrado. Los chuzos de punta condicionaron la ceremonia y las celebraciones posteriores, como el paseo en calesa. Y es que justo cuando Letizia iba a salir del Palacio Real hacia la Almudena, comenzó a diluviar, y los que habían acudido al Patio de la Armería para ver a la Familia Real y a la novia tuvieron que guarecerse bajo los pórticos de palacio. Letizia llegó hasta las puertas del templo en un Rolls-Royce acompañada de su padre, Jesús Ortiz. Fue una pena no ver a la futura reina caminar por la alfombra roja, brillando al sol de mayo con su vestido del granPertegaz, un diseño clásico de 'corte princesa' con bordados en hilo de plata y oro platinado formando la flor de lis (en versión vegetal y heráldica).

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Felipe y Letizia, 20 años de matrimonio y de renovación de la Corona

Luego se supo que aquellos días Letizia no estaba bien de salud. Estaba saliendo de un problema de amigdalitis, que le había dado fiebre en vísperas de la boda. Aunque muy guapa y muy bien maquillada, tenía la cara muy pálida y se la notaba cansada. Además de los nervios típicos de una novia, aquel día la habían despertado casi de madrugada para prepararla para su gran día. La noche anterior había estado de cena de gala, y no había podido conciliar bien el sueño debido a la calentura. Al menos, pudo agradecer a la lluvia que el Rolls-Royce la dejara en las puertas de la Almudena. Porque no tenía fuerzas ni para mover el vestido de Pertegaz, realizado con la mejor seda valenciana de la casa Rafael Catalá, pero que con tanta humedad ambiental, pesaba aún más y a Letizia le costó moverse con soltura.

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Ni beso ni 'sí, quiero'

Cinco horas duró la retransmisión en directo de la boda de Letizia y Felipe, en un programa que dirigió Javier Montemayor para La Primera de TVE. Las cámaras captaron la famosa patada voladora de Froilán, el primogénito de la infanta Elena que entonces tenía 5 años, y era uno de los pajes reales que vistió Lorenzo Caprile a imagen y semejanza de los primeros Borbones que pintó Goya. Todo el mundo esperaba el momento de cuento de hadas del 'sí, quiero' y el beso (ver vídeo). Pero no lo hubo. Rompiendo esa fantasía, Felipe y Letizia pronunciaron sus propios votos en los que se prometieron fidelidad y prosperidad. El momento beso en los labios frente al altar se sustituyó por un casto ósculo en la mejilla. Luego, al llegar al Palacio Real, los novios salieron a saludar desde el balcón y se besaron... De nuevo, en la mejilla.

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Rania, elegantísima, y Carolina, sola

Las crónicas de la época subrayaron la lección de estilo que dio Rania de Jordania, vestida con un conjunto de Givenchy. Fue la primera en combinar una camisa blanca clásica con una falda larga para una boda real. Marcó un precedente que ha inspirado a miles de invitadas luego. Por su parte, Carolina de Mónaco no llamó tanto la atención por su 'look' -un impecable y atemporal traje chaqueta en tono azul pastel firmado por Chanel-, sino porque la princesa monegasca tuvo que ir sola a la Almudena. Y es que su marido, Ernesto de Hannover, el noble más pendenciero y borrachín de las casas europeas, se lo pasó en grande en la cena de gala de la noche anterior.

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Bronca dinástica

Los primos Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta, ambos ya fallecidos, pero entonces sesentones, eran descendentes de la familia real de Italia y viejos enemigos íntimos. Los dos protagonizaron una "reyerta real" por los derechos dinásticos sobre un país que ni siquiera tiene trono. Según contó el diario 'L'Espresso', "en la cena, dada en la Zarzuela tras el enlace del príncipe Felipe y Letizia Ortiz, Víctor Manuel de Saboya ha asestado un golpe en la cara de su primo, Amadeo de Aosta. Este se ha tambaleado y ha sido socorrido en seguida por un 'sheik' egipcio que le ha aplicado hielo sobre el moratón". Ana María de Grecia, esposa del fallecido Constantino, los tuvo que separar y Juan Carlos los llamó al orden: "¡Nunca más!".

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